jueves, 22 de octubre de 2015

Poble.

Todos los días abro la persiana con la intención de ver algo distinto al otro lado de la ventana, pero nunca cambian las vistas. Un patio de luces que justo acaba en mi habitación, lo cual me da prioridad para disfrutarlo, para qué vamos a negar las evidencias, encierra las posibilidades de poder ver otra cosa que no sea esa pared gris blanca. 
Un polígono industrial medio derruido y un muro de esas cuatro naves que se encuentran sin utilizar son lo primero que veo cuando salgo a la calle con mis pelufos mañaneros. Tan solo los que viven a partir del cuarto piso pueden disfrutar de la montaña. 

Vivir en la ciudad puede ser interesante. Te cambia la vida en todos los sentidos. No es que sea ni mejor ni peor que vivir en un pueblo del interior aunque en definitiva existen pros y contras. 
Por ejemplo, el único transporte como no se te ocurra sacarte el carnet del coche es un bus que te lleva por los pueblos, en plan tour para los ingleses, hasta llegar a una estación de tren. El viaje puede hacerse eterno, he visto a gente dormir, estudiar, hacer trabajos...,ya que tarda como dos horas en llevarte hasta la civilización.  

Nada más chafar tierra firme gritas: ¡Aleluya!. Y, alguna persona estúpida que se encuentra a tu alrededor dice en voz baja: "paleta de pueblo". 
Seremos de pueblo pero no paletos. Vale que hay algún que otro cazurro pero también en la ciudad hay pijos sin remedio. 
Ignorantes y reprimidos a parte, ¿sabéis cuál es mi semana favorita para deleitarme en la ciudad? Exactamente, la semana de fallas. Porque cuando se abren las puertas del tren de repente se mezclan una explosión de sabores, la imaginación empieza a crear ideas y el hambre gruñe sin parar. Sale la gente cual maratón de New York y te llega esa olor a churros y porras mañaneras, esa olor a "fritanga", esa olor a fiesta. Me encanta ir por las calles principales por debajo de la cera como si las personas tuviéramos el poder y mandáramos en ese momento. 

Ya es tradición que suba a facebook la típica foto de la típica parada de churros que se pone delante de la estación solo para recordarme que solo con la olor ya estoy ganando unos kilitos de más. 
Me encanta caminar por la ciudad y hacerme pasar por visitante, en realidad siempre estoy de paso, pero como tienta vivir en un espacio libre, sin ataduras. La ciudad no te dice quién tienes que ser...corregidme si me equivoco. No hay tejados y las pocas casas que hay por los barrios me llenan los ojos de alegría. Siento que vivir en un pueblo te convierte en <<eso>> que no querías ser pero que por el bien común tienes que serlo. 

Me preguntaban mis compañeros de facultad si en mi pueblo había wifi o si aún íbamos en burro. Cuando contaba que tardaba dos horas en llegar y que tenía que levantarme a las cinco de la mañana para poder estar a las ocho en clase sus ojos se trababan y hacían muecas extrañas que jamás comprendí. 
Luego estaba esa otra gente que también era de pueblo. Nos sentíamos identificados al pensar que hablábamos el mismo idioma, el valenciano. 
Raramente las personas de ciudad hablan el idioma coficial y se extrañan cuando escuchan decir: "Mante qui t'antenga que t'aguante".
Y al final, pero no en minoría, estaban aquellos que te decían: "Mi abuela que era de un pueblo del cual mi madre heredó una casa...pues soy de pueblo". Y resulta que no había visto una cabra en su vida. 
Aunque sin generalizar, porque aquí mi Carol es de Valencia y viene a Moixent todo lo que puede y más, se adapta como un guante y dice que le encantaría vivir aquí, pero yo opino que no aguantaría ni un año. 

Pasas del metro, del caminar rápido, de las tiendas, del cerveceo, de la cultura en general....ea, pasas de ser metropolitana al despertarte por la mañana y pensar: ¿para qué quiero correr hoy si la panadería está a diez pasos y la carnicería a veinte de mi casa? 

Y así reflexionando brevemente ayer con mi vecina estas cuestiones de la vida pienso que la ciudad te da muchas oportunidades pero al fin y al cabo, si te ha tocado vivir en un pueblo, intenta ser lo más feliz posible. Autorealizarte por las mañanas e inventarte planes sin sentidos. Baila en la cocina y si no ves la montaña anda en su búsqueda. Siente ese aire puro que no contamina y ponte esos tacones rojos olvidados para ir al por el pan. 

En definitiva: ¿Qué sería de esa gente que cuando viaja a pueblos del interior se vuelve loca haciendo fotos para su perfil de IG? 


Victoria.

 









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